LA CAUSA DE BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN DEL VENERABLE SIERVO DE DIOS JESÚS ANTONIO GÓMEZ GÓMEZ, SACERDOTE DIOCESANO (1895-1971)


 “Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores” (Catecismo de la Iglesia Católica 828)

El año 1895, un 26 de marzo en el municipio del Santuario, en la vereda El Carmelo, nació el padre Jesús Antonio, hijo de José Joaquín Gómez y Ana Joaquina Gómez. “Su numerosa familia, de sincera fe, piedad y temor de Dios, dio a la Iglesia tres sacerdotes y una religiosa”.

Luego de realizar sus primeros estudios en el colegio de San Luis, ingresó al seminario de Medellín. Allí recibió una completa y profunda formación, que inspiró toda su vida y su obra sacerdotal, y le hizo un hombre de la más alta rectitud moral, solidaridad y reconciliación.

El 11 de marzo de 1922 fue ordenado sacerdote por Manuel José Cayzedo Martínez, Arzobispo de Medellín.

Siendo vicario cooperador en San Roque, “demostró un gran celo y un amor ardiente por Jesús Eucaristía. De hecho, transcurría muchas horas delante del sagrario, tanto es así que los fieles lo llamaban la lámpara del Santísimo Sacramento”.

Fue rector del colegio nacional San José de Marinilla y vicario cooperador, en el Santuario, en la Parroquia de Nuestra Señora de Chiquinquirá, donde había sido bautizado al día siguiente de su nacimiento, y “donde se prodigó en favor de los jóvenes y en ayudar a los más pobres”. También trabajó, como capellán y confesor, para diversas congregaciones de religiosas.

Por 20 años, de 1936 a 1956, fue director espiritual del seminario Conciliar de Medellín, donde por un tiempo también enseñó teología dogmática.

Entre los cargos que desempeñó, tuvo la tarea de asistente de la Cruzada Eucarística, donde se destacó con su apostolado audaz y creativo especialmente con los niños y los jóvenes.

Publicó algunos escritos, tanto para la formación de los miembros de la Cruzada, como relacionados con temas de vida sacerdotal. Se recuerda particularmente la revista mensual “Sé apóstol”, de la que el P. Antonio fue su fundador y director (1948) y el boletín “In Corde Jesu” para los sacerdotes diocesanos, órgano de la Unión Apostólica, como “lazo de unión y amistad” en favor de los sacerdotes (1958).

Con especial compromiso se dedicó a la escucha de las confesiones y a la dirección espiritual de sacerdotes, seminaristas, religiosas y laicos. Como padre y benefactor lo apreciaron los ciegos y los mudos de la Escuela, de la cual, en 1947, fue nombrado capellán.

De él todos recibieron grandes beneficios espirituales. De hecho, se ha recibido el testimonio que “él mismo practicaba lo que enseñaba”.

En 1967 fue nombrado Canónigo Magistral del Capítulo de la Catedral de Medellín. Y fundo el “Fondo Sacerdotal para los pobres”, que aún perdura. Decía “los sacerdotes no sólo debemos pedir para los pobres; debemos también compartir con ellos lo mucho o poco que poseemos”.

Murió en Medellín, el 23 de marzo de 1971, a los 76 años, a causa de un doloroso cáncer. Su cadáver fue traído a la Basílica de San Judas Tadeo, en el municipio del Santuario y entre los muros de dicho templo y el convento de las Religiosas Concepcionistas reposan.

La Iglesia desde tiempos inmemoriales “propone hombres y mujeres que sobresalen por el fulgor de la caridad y de otras virtudes evangélicas para que sean venerados e invocados, declarándoles Santos y Santas en acto solemne de canonización, después de haber realizado las oportunas investigaciones” (cf. Constitución Apostólica Divinus Perfectionis Magister, de 1983).

“La santidad es la verdadera luz de la Iglesia: como tal, debe ser colocada en el candelabro para que pueda iluminar y guiar el camino hacia Dios de todo el pueblo redimido” (Francisco, Discurso a la Congregación de las Causas de los Santos, 12 de diciembre de 2019).

El padre Jesús Antonio nació cuando El Santuario pertenecía a la Arquidiócesis de Medellín. Por su ordenación diaconal en 1921 quedo incardinado a la Arquidiócesis de Medellín. En 1957 fue creada la Diócesis de Sonson-Rionegro, lugar donde reposan sus restos mortales. Esta territorialidad que comparte el padre Antonio, por definirlo de alguna manera; y la presencia de sacerdotes e hijos espirituales en ambas diócesis del muy querido Padre “Toñito”, lleva a que en 1996 este grupo de personas soliciten a Monseñor Héctor Rueda Hernández, Arzobispo de Medellín, iniciar la Causa de beatificación y canonización del Canónigo Jesús Antonio Gómez Gómez, sacerdote diocesano. Decisión que asume y constituye para tal fin, una comisión de peritos en historia y una comisión de censores teólogos.

Al año siguiente, 1997, le corresponderá a Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo, concede la licencia eclesiástica para la oración privada para pedir por la glorificación del Padre Toñito.

Sucesivamente, en 1998 la Conferencia Episcopal de Colombia otorga el visto bueno para iniciar la causa de canonización. Denominando ya al Padre Jesús Antonio como “Siervo de Dios”, el primero de los cuatro pasos en el camino hacia la declaración de santidad: Siervo de Dios, Venerable, Beato y finalmente Santo. Con Monseñor Alberto se reconstituyen las comisiones histórica y teológica para continuar los pasos que exigen las normas para el proceso.

Será también en el mismo año, 1998 que el Arzobispo de Medellín, reconoce la “Fundación canónigo Jesús Antonio Gómez Gómez” como asociación privada de fieles, con el fin principal de “promover y servir de apoyo en todas las etapas del proceso de canonización de nuestro Siervo de Dios.

En 1999, previa autorización del Arzobispo de Medellín se nombra un postulador para la Causa, es decir la persona encargada de preparar y adelantar todos los trámites ante el Dicasterio de la Causa de los Santos.

El 23 de mayo de 2000 se recibe el visto bueno de la Santa Sede para introducir oficialmente la Causa.

El 24 de noviembre del mismo año Monseñor Giraldo Jaramillo preside la apertura oficial de la investigación diocesana. Aprueba la lista de testigos que han de ser interrogados y posesiona al Tribunal: juez delegado, promotor de justicia, notario y notario adjunto. Ya para el 4 de octubre de 2001, reunida toda la documentación, se da clausura al proceso diocesano y se envía a la Santa Sede y el 13 de febrero de 2004 se recibe por parte del Dicasterio el decreto de aprobación de toda la documentación enviada.

Inicia la fase romana. Seguidamente la Congregación nombra un relator, quien con el postulador romano elaboraron un resumen del proceso, la Positio, contiene los elementos necesarios para que los consultores y los miembros de la Congregación puedan alcanzar la certeza moral de que el Siervo de Dios vivió las virtudes en grado heroico

En el 2015 es presentada la Positio, y el 11 de marzo los Consultores Teólogos siguiendo las normas del Reglamento del Dicasterio para la Causa de los Santos discutieron según la costumbre si el Siervo de Dios practicaba en grado heroico las virtudes cristianas y “expresaron el parecer favorable, con voto afirmativo (9 sobre 9)”.

El 7 de junio de 2022, los Cardenales y Obispos, durante su Sesión Ordinaria, reconocieron que el Siervo de Dios Jesús Antonio ejerció heroicamente las virtudes teológicas, cardinales y afines.

Y dada la recomendación, el Papa Francisco, el 5 de agosto de 2022, autorizó al Dicasterio de las Causas de los Santos promulgar el decreto por el que se reconoce formalmente que Jesús Antonio Gómez Gómez, sacerdote diocesano (1895-1971) ha vivido las virtudes en un grado superior y así se incluya en las actas del Dicasterio de las Causas de los Santos.

Han transcurrido unos 19 años desde la clausura de la etapa diocesana. El tiempo entre la presentación de una positio y la recomendación de la comisión de expertos a menudo se puede medir en décadas y aquí nos referimos a un tiempo relativamente breve.

“La canonización nunca ha sido un acto sólo de la Jerarquía de la Iglesia […] que constituye sólo una entre las varias voces que se integran armónicamente en un coro, aquí se armoniza:

• la voz del Pueblo de Dios que considera digno de veneración a un fiel que ha vivido santamente o que ha muerto dando testimonio de la fe.

• la voz de Dios que obrando milagros por la intercesión del Siervo de Dios manifiesta que el fiel debe ser honrado como santo, propuesto como modelo a la comunidad cristiana e invocado como intercesor;

• la voz de la jerarquía, que antes de dar su conformidad a la voz del pueblo de Dios, pide y examina las pruebas de la santidad, del martirio o de los milagros que se afirma han sido realizados por intercesión del Siervo de Dios (J. L. Gutiérrez, “Le cause de beatificazione e di canonizzazione, 1999).

“El que tenga el don del servicio, sirviendo; el de enseñar, enseñando. Con celo incansable y fervor de espíritu sirvan al Señor” (Rom 12, 7,11). La vida y ministerio del hoy Venerable Siervo de Dios Jesús Antonio Gómez Gómez responde en gran medida a esta exhortación del Apóstol. De hecho, el celo sacerdotal colmó siempre su corazón, tanto es así que no sólo sirvió al Señor sin reserva alguna, sino que también enseñó a tratar con suma devoción las cosas de Dios y a trabajar con presteza por la salvación de las almas.

La espiritualidad del Venerable Siervo de Dios se caracterizó por un profundo amor a Cristo, a la Eucaristía y al Sagrado Corazón de Jesús (para que tu reines corazón divino, solía decir y escribir). Estaba convencido de que de la adoración del Santísimo Sacramento el alma siempre recibía dones y gracias especiales, y sobre esto instruía a los seminaristas. Tenía una sólida devoción a María Santísima, a la que amaba rezar bajo la advocación de la Virgen de los Dolores, así como a muchos santos. Práctico diariamente la lectura espiritual, solía acercarse al sacramento de la Penitencia y todos los viernes del año rezó el Via Crucis. Y así, meditando asiduamente la palabra de Dios, llevó a la perfección su estilo virtuoso de vida.

Tenía tanta fe, que muchos definen su vida como un verdadero y continuo acto de amor hacia Dios. Manifestaba el deseo de amarlo cada vez más. Brilló su caridad y por ella se dedicó totalmente a glorificar a Dios y amar al prójimo.

Al revelar el buen rostro del Padre misericordioso, alivió las ansiedades y dolores de muchos. Amaba como hijo a la Iglesia, al Sumo Pontífice y a su propio Obispo, tanto es así que en aquel tiempo de agitación política siempre demostró ser prudente y obediente a la jerarquía eclesiástica. La sobriedad, la humildad y la templanza siempre sostuvieron su intensa vida interior. Pero sus virtudes más excelsas fueron su extraordinaria perseverancia y su constante fidelidad. Por todas estas razones durante su vida gozó de una gran fama de santidad, la que se va ampliando aún más después de su muerte.

A la oficina de la Curia de Medellín, a la Basílica donde se encuentran sus restos, y donde se ha establecido un grupo de apoyo de fieles para indagar para tal fin, llegan permanentemente personas que dicen haber recibido favores debidos a la intercesión del Venerable Siervo de Dios.

Este paso en el que se encuentra la Causa de beatificación y canonización es muy importante y nos compromete de manera particular cada vez más. Pues de la inscripción que reza la tumba del padre Toñito. “sacerdote de vida ejemplar” hay un concepto de aprobación y reconocimiento directo de la Santa Sede.

La actual la legislación eclesiástica, siguiendo la praxis multisecular de una causa, establece que la fase que sigue a la declaración de la heroicidad de las virtudes de un siervo de Dios en su itinerario a la beatificación, requiere el reconocimiento de un milagro atribuido a la intercesión del venerable. “La prueba del milagro y la de las virtudes tienen un valor entre sí complementario: el primero busca asegurar el sello divino a un juicio humano como es el que concluye el proceso; las virtudes insertan el hecho prodigioso en la dinámica del seguimiento de Jesús, el cual afirmo que quien cree en él hará las mismas obras que hizo él y todavía mayores”.

Esperamos que Dios por la intercesión del P. Antonio conceda un hecho extraordinario, comprobado y que podamos documentar mediante un proceso jurídico, donde se obtengan las pruebas necesarias para afirmar que no hay explicación humana al hecho y que, por tanto, constituye la voz de Dios acerca de la santidad de nuestro Venerable.

Cuando los hechos no se pueden demostrar, por tratarse por ejemplo de milagros espirituales o por falta de la necesaria documentación se denominan favores y gracias.

Se considera milagro un hecho que supera las fuerzas de la naturaleza, que Dios realiza fuera de lo ordinario de toda la naturaleza creada por intercesión de un siervo de Dios o de un beato.

Declarar la santidad de una persona no es como entregar un título honorífico. Establecer la heroicidad de las virtudes, mediante todo el trabajo de reunir los testimonios, documentos y evaluación teológica hasta alcanzar la certeza moral y dar un juicio, por mucho que este fundado, serio y esmerado, puede estar sujeto al error. Nosotros podemos equivocarnos o engañarnos, pero los milagros en cambio sólo puede hacerlos Dios, y Dios no engaña. Son un don gratuito de Dios, una señal segura de la revelación, destinada a glorificar a Dios, a despertar y reforzar nuestra fe, y son también una confirmación de la santidad de la persona invocada. Su reconocimiento permite dar con seguridad la concesión del culto. Los milagros hacen a los santos y, en una causa de canonización, los milagros representan también la sanción divina a un juicio humano…

El Papa Benedicto XIV, señaló ciertos criterios precisos para el examen científico de una curación milagrosa:

1. la curación debe ser instantánea. Es decir, que en el caso concreto que se investiga, el tiempo de la curación debe ser extremadamente rápido respecto del tiempo previsible de curación que se considera normal.

2. La curación debe ser perfecta. Pueden quedar algunos signos de la enfermedad que no son invalidantes como, por ejemplo, cicatrices.

3. Para que la curación sea íntegra, es necesaria una recuperación funcional del organismo perfecta, aunque puede quedar alguna secuela.

4. La curación debe ser estable y duradera, sin reincidencias o recaídas. Por reincidencia se entiende el retorno de la misma enfermedad después de un cierto periodo de tiempo. Por recaída se entiende el retorno de la enfermedad después de un brevísimo periodo de tiempo de aparente curación

Es importante comprobar todos los requisitos que la Iglesia exige antes de proclamar que ha sucedido un hecho extraordinario. La Iglesia realiza un verdadero proceso judicial canónico, en el que se han de observar todas las normas procesales, que garantizan la verdad de la investigación.

Si bien las conversiones son hechos prodigiosos, las causas no toman en consideración los milagros de tipo moral. No se puede poner en tela de juicio que las imprevistas conversiones de pecadores o de ateos, como las de san Mateo, del buen ladrón, de san Pablo, sean verdaderos milagros. Sin embargo, aun siendo verdaderos, estos milagros no son controlables, por eso difícilmente tendrían valor de prueba, ya que sería extremadamente difícil describir y definir estos hechos.

Necesitamos continuar presentando al Padre Jesús Antonio como sacerdote ejemplar para todas las generaciones de sacerdotes. Dar a conocerlo a las iglesias diocesanas de la Provincia y de Colombia la figura de un “sacerdote de vida ejemplar” nacido y sepultado en El Santuario.

Continuar profundizando en su legado espiritual. Que haya estudiosos de su persona y sus escritos.

Aportar económicamente a la Causa de beatificación y canonización para cubrir gastos de publicaciones y para conservar lugares de la memoria de nuestro Venerable.

Estar atentos a quienes afirman o aseguran haber recibido un favor o un milagro por intercesión del P. Jesús Antonio. Escucharlos, agradecerles, y si es el caso orientarlos con documentación a los responsables de la Causa.

Pbro. Gabriel Jaime Molina Restrepo.

Presidente Fundación Canónigo Jesús Antonio Gómez.


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